|  Crítica Javier  Rioja
 El comedor de La Prensa destaca por unas paredes pintadas con poco gusto, y en general, no transmite esa paz que se busca en un restaurante donde te vas a dejar mucho dinero, no es de las peores, pero desde luego que puede mejorar. El servicio corría a cargo de una camarera y un sumiller que presentaba los platos, y entre los dos, con grandes dosis de organización fueron sirviendo a todas las mesas no exentos de fallos como se verá luego. 
 En la carta destacaba una hoja con el menú degustación siendo generalmente lo recomendable para probar un poco de todo sin que el precio sea excesivo. Resaltar que los precios de la carta no eran desproporcionados, con varias opciones sugerentes y precios razonables para nada acordes con un restaurante de dos tenedores ya que por ejemplo los platos de carne costaban no más de 22€.El menú degustación se ofrecía por 48€ más IVA con nombres como “Chardonay”. Había otras 3 opciones de 60€, 85€ y 120€, sin explicación y tras preguntar, eran los precios como imaginábamos con vino, el de 60€ media botella de vino y agua, el tercer menú de 85€ con dos medias botellas y el de 120€ con tres botellas de alta gama o Don Perignon. Tras deliberarlo unos segundos, deseché muy rápidamente el de 60€ ya que por media botella de vino estarías pagando 24€ para dos menús, y el de 85€ si restas los 48€ del menú, siendo dos personas en la mesa, se pagaría a más de 74€. Pensé que era un precio desproporcionado, ya que la cena costaría unos 186€.
 Al final decidimos pedir el menú normal sin vinos, ya que el precio se me antojaba excesivo comparando incluso con restaurantes de mucho más renombre, los responsables de La Prensa deberían pensar que están ofreciendo menús donde se paga más por beber que por comer, y señores, beber un buen vino lo puede hacer cualquiera y de esta forma la cocina de Marisa queda a una altura que no le corresponde.
 Su carta de vinos cuenta con 400 referencias tanto de nacionales como internacionales. La Prensa es un buen restaurante para aprovechar la presencia de David, ya que es un excelente sumiller. Aunque esa noche se nos apeteció un vino tinto que nos gusta mucho, un Morlanda 2002 del Priorato, de intenso color rubí, destacando sobradamente en su postgusto, aunque ya puede ser bueno por 42€.  El pan se sirvió  en un bonito bol de alambre, con varios tipos como de orégano, pipas, queso y pasas, muy buenos y acertados. Y en ese momento llegó la camarera a colocarnos el aperitivo, cuando se dio cuenta de que se equivocó de mesa y asustada, pidió perdón apurada. El hecho de que se equivocara nos dice que el servicio no está cuidado, pero lo grave fue la reacción posterior. Fue David Pérez el sumiller quien nos trajo ese entrante compuesto de un bocadito chistorra y una cremita de anchoa, muy bien para empezar aunque una crema de anchoa tan fina no me hace gracia, porque le quitas todo ese sabor característico de la anchoa. No pudimos empezar mejor con el trifásico de ahumados y foie con gamba roja  al pernod. Al presentarnos el plato David nos recomendó empezar por el  trifásico que estaba frío,  después la gamba caliente y por último probarlo todo  junto añadiendo el pernod, un caldito francés estupendo con sabor a anís. Todos  los sabores del plato lo  convierten en un plato prácticamente perfecto jugando con sabores dulces y  ácidos con un resultado impactante. Continuamos con un Jarrete de ternasco, hortalizas y ajitos tiernos, destacando la  cocción de las verduras y su textura manteniendo todo su sabor junto con un  jarrete, que encontré excelente, aunque no sea algo que me emocione. Arroz  de bacalao y trufa, este plato no nos destacó para  nada, un buen resultado general y poco más, destacar el crujiente de queso que  acompañaba al arroz. Siguiendo con el pescado, Dorada, torrefacto de aceituna y mahonesa  de lima.  Destacando en mi paladar la  excelente mahonesa de lima, tan original como distintiva junto con el no menos  torrefacto que acompañaban a una buena dorada. Solomillo  de buey relleno foie y senderuelas al Pedro Ximenez, muy bueno el conjunto aunque poco original, siendo una pena que  en este plato no encontrara la carne tanto en calidad como en su punto de  cocción, una pena porque hubiera sido un plato de 10. El plato contenía dos  pequeñas hendiduras, una con 5 pimientas y la otra con pequeñas senderuelas. En este momento, cuando alguna mesa había  terminado de comer y se disponían a pedir la cuenta o una copa, la perfecta  labor de rellenar el agua y el vino cesó y quedé como un idiota esperando a que  viniera el camarero durante 5 minutos, algo grave, porque para esto prefiero  tener la botella en la mesa. Por último, el postre (milhojas de avellana y helado de pistacho) fue toda una desilusión. Ni el helado ni el milhojas sobresalieron, y el plato se acompañaba de una costra de azúcar como si fuera un celofán con un resultado dudoso a la hora de comerlo. La cuenta de todo este menú se quedó en 151€ contando con el vino de 42€, si se elige un vino barato, habría que bajar el precio “mínimo degustación” a 135€, teniendo en cuenta también que en la carta de vinos apenas hay referencias baratas. En el ambiente de este restaurante te encuentras con una música de fondo como “Torn” de Natalie Imbruglia, y personalmente hace que me encuentre más en un bar, que degustando exquisitos platos. Como habrás podido leer no creo que el servicio destaque, pero para probarlo sólo me bastó una pregunta. Cuando se acercó David, le pregunté si era tan amable de decirme de quién era el disco que sonaba en ese momento, lo tenía en la punta de la lengua y no me salía tras escuchar 3 canciones, a lo que me respondió que lo escuchaba todos los días y no se acordaba, que lo podría mirar, a lo que le dije “hombre, si no es un gran problema...”, a lo que me dijo que el radiocassete tenía 6 cds y no sabía cuál se estaba reproduciendo en ese momento... “haré lo que pueda”, […]. Tras esa contestación nos quedó claro que no volvería a nombrar el tema porque directamente se le olvidaría. Lo único que podría decir es que este servicio del restaurante La Prensa podría visitar a otros restaurantes de mucho más nombre en donde los camareros y sumilleres directamente, hacen su trabajo, que es el dar un servicio a los comensales, y en este caso, fue un servicio muy distante, correcto pero que increíblemente en el caso de David, miraba por encima del hombro. Cuando nos levantamos de la mesa, nadie se despidió de nosotros.
 En resumen, con profesionalidad y saber de vinos, no es suficiente.
 Terminando con el balance de la comida, Marisa Barberán, chef de La Prensa, aprueba con notable alto consiguiendo platos  de calidad suficiente para que nadie salga defraudado, sin nada que destacar en  su contra, Marisa se convierte en una de las que mejor maneja los fogones en  Aragón. Aunque cierto es que poco a poco, la cena se fue desinflando. Conclusiones y valoración.Al igual que un equipo de música debe de  acompañarse de unos altavoces a la altura, este Restaurante La Prensa, con una  cocina que da gusto verla y comerla, flojea en unas instalaciones que no están  a la altura y en un servicio asustado y poco neutral. Por lo que comparando de  forma odiosa, La Prensa pierde frente a los otros dos restaurantes de renombre  de Zaragoza: el Novodabo y BalDonsera.   La gran conclusión por mi parte de este restaurante, es que Marisa si quiere trabajar en un restaurante con solera, debería buscarse otro local más acogedor y con un servicio a la altura. Mientras tanto, esperaré que haya suerte y llegue ese día para volver a degustar sus platos.   Crítica Sonia Agud.
Una frase de dos palabras resume mi paso por La Prensa:  ¡qué pena! Sí, que pena que en un establecimiento que se come tan rematadamente bien  salgas con el pleno convencimiento de que no volverán a verte el pelo en su  vida.
 ¿Sorprendente verdad?. Os explicaré los motivos, unas razones que me  sorprende tener que dar ya que dada la larga trayectoria profesional del local  me parece increíble que no las cuiden más.
           Viernes noche y previa reserva, nos adentramos en La Prensa. Tras seguir a  3 señores que habían tocado el timbre, nos sientan en una de las 6 mesas de una  sala forrada de papel gris marengo casi negro salpicado de pinceladas, tipo  gotitas de pintura, blancas. Fue lo primero que me llamó la atención al  sentarme. Estresante papel, imposible no dejar de mirarlo en toda la cena. Desafortunado  en la decoración. 
           No tardando mucho se acerca David a dejarnos la carta y pronto comprobé lo que  ya me había comentado gente cercana, su pasión por los vinos, ofreciendo menús  con distintos tipos de vinos e incluso champagne, algo poco usual en Zaragoza  pero que no viene a ser lo mismo que los menús degustación con maridaje de  vinos tan habituales en los restaurantes de los grandes.           Creo que fue a la hora de ordenar el menú cuando comencé a darme  cuenta de un detalle que no quise reconocer desde un principio y que  lamentablemente se corroboró al acabar la noche. Optamos con  el menú simple y elegimos el vino que quisimos. Verdaderamente sale mucho mejor  de precio y además tomas el vino que quieres. Nos gustan los vinos pero pedir  un menú por 60€ por media botella de vino me parece escandaloso al igual que  el de 85€ con dos medias. Repito que ahí fue cuando me dio la sensación de que  no gustaba nuestra elección y lamentablemente no me equivoqué.           Comenzamos con la cena y sin ningún reparo os puedo asegurar que cené  realmente bien. Llamativo detalle el que la joven camarera se equivocara al  traer el apetitivo de chistorra y en lugar de disculparse tal cual, sin darle  mayor importancia que la que tiene, estuviera temerosa, disculpándose de su  error toda avergonzada como si hubiera alguien que la estuviera vigilando y  después la fuera a fustigar. No entendí una disculpa de ese calibre. A partir  de ahí la cena se fue sucediendo con corrección. Como os decía, la cena fue  estupenda en cuanto a elaboración y materia prima. Me encantó el juego durante  todo el menú con las texturas y la alternancia y combinación de los dulces y salados  con los ácidos y amargos al igual que los fríos con los templados. Para mí, el  juego de combinación de todos ellos hizo de la cena en sí algo inmejorable.           Estupendísimo el trifásico de ahumados sin desmerecer ni lo más mínimo al  jarrete, el solomillo o la dorada que con una gran materia prima regada de unas  cuidadas texturas y sabores en las salsas los hacía todavía más especiales.  Como dato negativo o menos destacable, el arroz algo insulso y desde luego  excesivamente dulce y empalagoso el postre e incluso impracticable a la hora de  comerlo gracias a ese celofán de dulce de azúcar que lo recubría. Sin embargo, hubo una sensación que persiguió mi cena sin podérmela quitar  de encima en toda la velada y no fue otra que la incomodidad, la tensión, el no  poder disfrutar al máximo de lo que comía porque me encontraba coartada.  ¿Coartada por qué? Porque veía detalles que no me gustaban. Frialdad al  presentar los platos, distancia excesiva con nosotros cuando no era así con el  resto de las mesas. He estado en muchos restaurantes de este nivel e incluso  superior y desde luego no espero que me estén agasajando, ni mucho menos, pero cuando ves la cercanía con otra gente, los  guiños con otras mesas y ves que contigo todo es distancia no es muy agradable.  Quizás tuviera algo que ver con el hecho no sólo de que algunos de ellos eran  asiduos o incluso amigos de David sino que la mayoría de ellos tenían los menús  de 85€ y 120€. Me parece tremendo tenerlo que decir tan abiertamente pero tras  estar allí durante casi dos horas no creo que ande desencaminada.
           Dos últimos detalles ratificaron mi idea. Me trajeron la cuenta y David  soltó un Felicidades (¿??¿) A qué fin? Felicidades porque te ha tocado pagar la  cuenta? No entendí si era una gracia o qué. Y segundo, pagamos y  nadie se  nos acercó ni a ofrecernos un mísero chupito y nos fuimos en concreto yo  parando a mitad de comedor a decir adiós, un adiós que no tuvo ni respuesta ya  que David se encontraba tremendamente entretenido riendo y conversando con una  mesa de amigos. Repito, una pena. Una pena porque cuando uno es grande en una ciudad  o mejor dicho intenta serlo, debe serlo en todos los aspectos y con todos los  clientes. Lamentablemente, David Pérez todavía no ha aprendido la lección. Debería  visitar a sus dos grandes competencias en la ciudad como Novodabo o Bal D´onsera que sin llegar al brillante servicio del maestro Arzak, la frescura del equipo del joven Sergi Arola o a la  profesionalidad cercana de De María cumplen a la perfección y sin estridencias  de lo que se espera de un restaurante de esta categoría.           En el fondo me vi con la etiqueta durante toda la cena de jóvenes pipiolos  que no tienen ni idea de vinos y van a lo sencillo y barato y con los que no  merece la pena perder mucho tiempo. Pues señores, y aún pudiendo parecer  pretenciosa, nosotros con nuestra juventud estoy convencida de que sabíamos más  de gastronomía que el 80% de los allí presentes y por seguro habíamos visitado  templos gastronómicos que ni por el forro el resto había disfrutando. Y yendo  más allá, es tener muy poca vista cuidar a los habituales o amigos con mimo y  no perder más tiempo con las nuevas generaciones que probablemente sean los que  te den de comer en el futuro. Mal de marketing, Sr. Pérez, también.            Resumiendo, claro ejemplo de un restaurante magistral en cocina pero que  echa por tierra toda su reputación por detalles que si bien no son los  meramente gastronómicos toman un cariz determinante a la hora de valorar si  repites vista o no. Recomendación para el Sr. David Pérez, preocúpese de  visitar a un maestro como Arzak y comprenderá el significado de lo que es ser  un grande. Quizás cuando comprenda que el ser un grande conlleva cumplir con  que no hay cliente pequeño y que en los pequeños detalles es donde se ve el  fondo de esa grandeza y reputación sea merecedor de mi visita de nuevo.         
          
            
              | Instalaciones: |  (7) |  
              | Servicio: |  (5) |  
              | Calidad: |  (8,3) |  
              | Precio: |  (7,4) |  |